Negocio de 100 millones que inició con un accidente.

Un negocio que hoy en día ofrece ganancias de 100 millones dólares comenzó con un accidente y creció en medio de más errores, los cuales sus creadores tuvieron la prudencia de convertir en situaciones exitosas gracias a su creatividad y trabajo incesante.

Esa es la historia de Stonewall Kitchen, un negocio de alimentos, fundado por Jonathan King y Jim Stott, que pensaron hacer mermelada casera para ganarse un dinero extra, sobre todo King, quien trataba de saldar una gran deuda estudiantil que pesaba sobre su cabeza. Vale decir un punto importante, cualquier obligación económica en los Estados Unidos pueden borrarse dentro de una banca rota menos la escolar que persigue al deudor hasta que no la salda por completo.

King trabajaba a tiempo parcial en  ese entonces en un invernadero y traía las sobras a la casa y  de esa forma se les ocurrió la idea para iniciar el negocio y una conocida les dijo que vendieran el producto en el mercado de agricultores locales. En una entrevista a un medio digital el emprendedor indicó que nunca pensaron tener una linea de productos, sino empezaron con la confección de mermelada de fresa, que alguien dijo era jarabe y ellos lo dejaron así.

Otra equivocación feliz fue cuando preparaban un condimento de ajo para perros calientes y hamburguesas. Mientras la cocinaba le agregó azúcar para endulzarla un poco. Su compañero no supo eso y le añadió azúcar también. El lote de 120 recipientes ya estaba hecho  y además vendido cuando se percataron del error y resultaba tarde para dar marcha atrás. Se le ocurrió la idea de llamarlo mermelada para usar en bagels y queso crema. La gente le encantó. Nunca dijeron la verdad al ver el buen resultado con los clientes.

Una buena lección aprendida fue cuando una cliente, quien con el tiempo fue su mentora, se les acerco e indago si ellos vendían sus productos al por mayor. King no sabia siquiera que significa eso. La ágil negociante les compro todo el producto que llevaban  ese día en la furgoneta para vender en el mercado y lo ofreció luego en otro sitio a un precio duplicado al que ellos se la ofertaron.

«A la otra semana subimos los precios y aunque los clientes se quejaron, no dejaron de comprar porque era un buen producto», recordó King en otra entrevista . La calidad de sus productos se manifestó cuando una empresa grande les encargo 2000 unidades. En esa época lo hacían todo a mano. Le dijeron a sus compradores que tardarían tres meses en cumplir con la exigencia.

Cuenta King que bebía vino y escribía a mano el nombre de las etiquetas tan rápido como podía y sin darse cuenta nombro a todas con «Orange Cranberry Mamalade» y puso mal el nombre mermelada. Cuando lo llamaron para decirle del error respondió con agilidad mental.

«Somos de Maine y así es como le decimos», esa fue respuesta. El ejemplo que transmiten estos hombres al desarrollar su negocio es que se puede salir de los fracasos con victorias, siempre y cuando tengan la sabiduría de adaptarse a los cambios súbitos. «El único error real es aquel del que no aprendemos nada» dijo Henry Ford y no cabe la menor duda que tanto King como Stoot sacaron buenas lecciones de sus aparentes accidentes..