El fracaso nunca hizo desmayar a Walter Elias Disney

Estudiante mediocre en la escuela, despedido de un empleo por falta de creatividad, luego empresario fracasado al llevar a la bancarrota su primer negocio, la historia inicial de Walt Disney no prometía un resultado significativo, sin embargo el fracaso nunca  lo hizo desmayar y mantuvo siempre en alto la llave maestra del crecimiento empresarial: la voluntad.

Walter Elías Disney nació el 5 de diciembre de 1901 en Chicago, Illinois. Cuarto de los cinco hijos que tuvieron Elías y Flora Disney, su infancia transcurrió entre apuros económicos y bajo la severidad de su padre, carpintero de profesión, que probó suerte en toda clase de negocios sin que nunca consiguiera mejorar su maltrecha economía. Eternamente menospreciado por su padre, Walt creció muy unido a su madre, una antigua maestra descendiente de alemanes, y a su hermano Roy, ocho años mayor que él.

Inició sus estudios de dibujo en las Bellas Artes de Chicago, mientras se establecía en Kansas, para trabajar primero, en la agencia de publicidad “Gray Advertising Company” y luego en el “Pesmen-Rubin Commercial Art Studio”, diseñando  afiches y logotipos. Con un sueldo de 50 dólares al mes, en Pesmen-Rubin conoció a Ubbe Iwerks, un joven con el que entabló amistad y cuando ambos se quedaron sin trabajo montaron su propia compañía, la “Iwerks-Disney Commercial Artists”. La empresa duró apenas un mes, ya que Walt prefirió aceptar un empleo seguro, aunque convenció a sus nuevos jefes para que contrataran a Iwerks. En aquel trabajo ambos aprendieron las técnicas, todavía muy rudimentarias, de la animación cinematográfica.

Disney pidió una cámara prestada  e instaló dentro del garaje de su casa un estudio donde realizó sus primeros dibujos animados que tuvieron aceptación. Entusiasmado convenció a Iwerks para hacer de nuevo la compañía que llamaron “Laugh-O-Gram Films”. Con una producción basada en cuentos tradicionales, las cosas les fueron bien hasta que la quiebra de su principal cliente los arrastró también a la bancarrota.

EMIGRA A HOLLYWOOD

Frustrado por la quiebra, emigró con sus pinceles y sueños hacia la meca del cine, Hollywood donde atravesó varios sinsabores al no conseguir empleo. Visto que todas las puertas se le cerraban decide crear su propia empresa con su hermano Roy y de esa manera el 16 de octubre de 1923 hace historia sin saberlo cuando la Disney Brothers Studio firma su primer contrato importante. En 1924, su viejo amigo Ubbe Iwerks se une a ellos y Walt pudo dejar de trabajar como animador para dedicarse al área para la que siempre estuvo más capacitado: la creación de personajes, argumentos y la dirección.

Trabajó duro y el distribuidor Charles Mintz, le propuso la creación de un personaje entre animal y humano donde surge el conejo Oswald. Transcurre unos años y ya casado, con descendencia, ambos hermanos deciden cambiar el nombre de la empresa que comenzó a nombrarse como Walt Disney Studio. Pero el estudio sufrió un importante fracaso cuando su principal cliente se quedó con los derechos del conejo Oswald, un personaje creado por Disney que había protagonizado diversos cortometrajes.

Con la determinación de eliminar en lo sucesivo los intermediarios, Disney concibió durante un viaje en tren de Hollywood a Nueva York a Mortimer, un ratoncito rebautizado luego con el nombre de Mickey por sugerencia de su esposa y al que Iwerks dio forma. Así lo contó Disney, pero, en realidad, la paternidad de Mickey Mouse ha sido siempre motivo de polémica, y actualmente tiende a atribuirse el propio Iwerks. En octubre de 1928, cuando Disney buscaba distribuidor para las dos películas que había producido con Mickey Mouse como protagonista, se proyectó el primer filme del cine sonoro. Adelantándose a otros productores que creyeron pasajera aquella innovación, Walt se apresuró a incorporar el sonido a una tercera película de Mickey, “Willie en el barco de vapor” (1928). Buen imitador de voces y acentos, Disney hizo que el ratoncillo y su novia, Minnie, hablaran con su propia voz para abaratar costes. La película, estrenada el 18 de noviembre de 1928 en un teatro de Nueva York, obtuvo un rotundo éxito de público y crítica.

En 1929, con su excepcional sexto sentido para los negocios, autorizó que varias compañías reprodujeran en sus productos la imagen de Mickey Mouse, al que incorporaron guantes y zapatos blancos para evitar que manos y pies desaparecieran sobre fondos oscuros. El 13 de enero de 1930 empezó a publicarse una viñeta del popular personaje (con Disney como guionista e Iwerks como dibujante) en varios periódicos de Estados Unidos, y ese mismo año se editó un libro de dibujos de Mickey que fue reeditado en numerosas ocasiones.

OSCAR CON MICKEY.

Adicto al trabajo, para el que robaba muchas horas de sueño, Disney tuvo una seria crisis de salud que le obligó, a finales de 1931 a tomarse unas largas vacaciones con su esposa en un momento que el club de Mickey Mouse ya tenía un millón de miembros. Con Mickey Mouse como buque insignia de una compañía en alza, Disney creyó que no debía dormirse en los laureles ni aburrirse haciendo sólo películas del famoso ratoncillo, que en 1932 le supuso el primero de los Oscar que recibiría durante su carrera. Respaldado por un equipo de excelentes dibujantes e ilustradores, desplegó todo su espíritu creativo en la primera serie de sus Sinfonías tontas (1932). Realizados en tecnicolor, los diversos cortometrajes que componían esta producción significaron en su época un experimento sobre el uso expresivo del color. En noviembre de aquel mismo año, el estudio Disney se convirtió en el primero que tuvo su propia escuela de dibujantes y animadores.

Un año más tarde, el 27 de mayo de 1933, estrenó la sinfonía tonta que hacía el número treinta y seis y que iba a tener un éxito inesperado: Los tres cerditos. Sin pretenderlo, su famosísima canción ¿Quién teme al lobo feroz? se convirtió en un canto de esperanza para millones de norteamericanos que intentaban no ser devorados en la vida real por la Gran Depresión. En 1934, cuando su estudio contaba con 187 personas, nació el pato Donald, un personaje de carácter irascible y perverso, que vino a sumarse a los perros Pluto y Goofy.

COMIENZA CAMINO DE TRIUNFOS.

Comenzaría un camino de triunfos donde se convirtió casi en una suerte de rey Midas que donde tocaba se hacía exitoso. Con un nombre hecho en la industria cinematografía, Walt Disney emprendió una iniciativa arriesgada y sin precedentes: producir el primer largometraje de dibujos animados de la historia del cine “Blancanieves y los siete enanitos” (1937) demostró no sólo que Disney y su equipo eran unos virtuosos de la animación, sino que los dibujos animados podían ser todo un género cinematográfico. La película recaudó cuatro millones de dólares, todo un récord para la época, pero dejó endeudado a Disney hasta 1961 por culpa de la amortización de los créditos que tuvo que pedir, ya que el presupuesto inicial de 500.000 dólares de la película había acabado triplicándose.

Sus siguientes trabajos Pinocho (1940), considerada como una de las piezas maestras del cine de animación por los críticos y en la que se invirtieron 2.600.000 dólares, fue un desastre comercial, pero como siempre ese fracaso no lo hizo desmayar. Lo mismo sucedió con Fantasía (1940), que costó 2.300.000 dólares. En ella dibujantes y animadores combinaron las evoluciones de los personajes de dibujos animados con la música de Stravinski, Dukas, Beethoven, Ravel, Bach o Tchaikovski. Considerada una obra maestra por unos y una insultante caricatura de la música clásica por otros, Fantasía no fue la «obra total» que Walt Disney había imaginado y deseado. Estos fracasos comerciales abrieron una importante brecha económica en la empresa, paliada poco después por los éxitos consecutivos de Dumbo (1941) y Bambi (1942).

Walt Disney abandonó el campo de la realización para dedicarse casi en exclusividad a la tarea de dirigir el incipiente imperio cinematográfico en el que se había convertido la empresa que tan modestamente había iniciado quince años antes. El 6 de mayo de 1940 finalizó la construcción de sus nuevos estudios en Burbank, que le granjearon el sobrenombre de”Mago de Burbank”.

Diseñados por él mismo con el objetivo de facilitar el trabajo de sus empleados, aquellos estudios contaban con veinte grandes edificios, separados por calles a las que se les puso el nombre de sus personajes. La plantilla de la empresa rondaba los 2.000 empleados, a los que Disney exigía un alto nivel de creatividad y producción a cambio de salarios muy bajos, aunque nunca reparó en gastos a la hora de hacer sus películas y siempre llevó personalmente una vida privada sin lujos ni ostentaciones.

NUEVOS PROYECTOS.

Al final de la década de los cuarenta, Disney recibió una interesante propuesta de Howard Hughes: un crédito sin intereses de un millón de dólares para invertir en la cinematografía. Con ese dinero Disney puso en marcha 18 nuevos proyectos, entre ellos Cenicienta (1950), Alicia en el país de las maravillas (1951) y Peter Pan (1953). Tras una costosísima incursión en el cine futurista con 20.000 leguas de viaje submarino (1954), volvió a proyectos más baratos y que sintonizaran con el orgullo de ser norteamericano. Para entonces, su compañía ya no era la reina de los dibujos animados. La Warner Brothers empezaba a hacerle una seria competencia con la estrella de su serie Looney Tunes, Bugs Bunny. Aquel conejo era el contrapunto del cándido, apolítico y asexuado Mickey Mouse, que a principios de los años cincuenta vivió sus momentos más bajos de popularidad, aunque siguió siendo el personaje preferido de Disney y el emblema de su imperio.

Adicto al trabajo y perfeccionista, el productor cinematográfico diseñó hasta el último detalle de Disneyland, que abrió sus puertas el 17 de julio de 1955 en Anaheim, California. Este parque, con una extensión de 120 hectáreas, costó 17 millones de dólares, y Main Street USA, su calle principal por donde transitaban cientos de actores disfrazados de personajes, recreaba a la perfección la calle mayor de Marceline, el pueblo donde vivió su infancia Disney.

Multimillonario y galardonado con veintinueve Oscars, en la década de los sesenta se había consolidado como uno de los personajes más conocidos y queridos de todo el mundo, pero su salud flaqueaba, y todo su imperio entró en una lucha por la sucesión. Fumador empedernido y aficionado al alcohol, murió el 15 de diciembre de 1966 en Los Ángeles, California, víctima de un cáncer de pulmón, después de haber supervisado los esbozos de Disneyworld, parque temático al estilo de Disneyland pero más enfocado hacia los adultos, que abriría sus puertas en 1971 en Orlando, Florida (en 1983, la compañía inauguró en Japón el Tokio Disneyland y en 1992 abrió sus puertas el Euro Disney de París).

Aquel muchacho despedido por falta de creatividad logró, gracias a su persistencia y la divisa personal de nunca desmayar pese a los fracasos, un imperio que le sobrevivió y  el cual en la actualidad genera ingresos anuales por más de 30 mil  millones de dólares.